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Historias
del Hospi
Nuestras historias
Conoce la historia de nuestros héroes.
Estos valientes son los protagonistas de nuestros calendarios solidarios.
Ya son parte de la familia SsC.
Miguel Ángel 6 años
Neuroblastoma Metástico
Necesita un encargo especial.
Claudia 7 años
Tumor Cerebral
Una guerrera que nos daría lecciones de vida.
Hugo 5 años
Leucemia Linfoblástico
Volver a ser simplemente niño.
Vanessa 3 años
Neuroblastoma del Sistema Nervioso Central
Nos ha regalado una segunda oportunidad.
Mario 10 años
Sarcoma de Ewing
¡Vamos a por el siguiente paso SuperMario!
Lucas 3 años
Leucemia Linfoblástica Aguda
Cerca de poder tocar esa campana
Un trocito de mi corazón
El camino no ha sido fácil. Habría tantas cosas que te podría contar de aquellos días de incertidumbre.
A veces se necesita un empujón
Una madrugada cuando pensaba que la partida se acababa y habíamos perdido, mientras bajaban a mi hijo a la UCI, la oncóloga que nos acompañaba me miro a los ojos y me dijo «NOSOTROS NO NOS RENDIMOS» Seguiremos investigando para intentar salvarle.
Esas palabras para mí fueron el empujón que necesitaba para seguir luchando.
Hoy mientras mi hijo está en el colegio curado, yo sigo luchando por los que detrás de él tienen que librar esta batalla.
Colaboro en SsC porque yo sé bien que la investigación y el apoyo a los profesionales médicos es vital para ganar la partida.
Y el día llegó…
Por suerte o por desgracia hay personas a las que en un momento de nuestra vida nos llega un día en el que todo da un vuelco, que hace que te replantees todo y decidas que tu orden de prioridades tiene que cambiar, temporalmente o para siempre.
En mi caso ese fue el día en que nos dijeron que nuestra pequeña de 2 años estaba enferma, tenía una Leucemia Mieloide Aguda (LMA) y nuestro destino se decidiría aproximadamente en los siguientes 6 meses para bien o no… Y fue justo en ese momento cuando pasó, tomamos una decisión que cambió todo y fue la siguiente, si todo salía bien queríamos que el recuerdo de todo este proceso para Vega tuviera un millón de risas y colores y si no también teníamos claro que queríamos que sus últimos meses fueran los mejores de su corta vida y creamos nuestra propia versión de la película “La vida es bella”.
Risas a carcajadas, bailar hasta dolernos las piernas, tardes de cine con palomitas en la habitación, barra libre de purpurina, aprender a hacer volteretas sin que se te salga la vía y mil cosas más que hacen que 6 años después tengamos la suerte de que los buenos recuerdos hacen sombra a los del miedo y el dolor.
Hace un mes me encontré a un voluntario que me recordó cómo comprábamos caramelos para dejarlos en el mostrador del control de enfermeras y que Vega pudiera ir a escondidas a robarlos….y como esta tenemos mil historias de camellos de los Reyes Magos que te dejan el baño lleno de restos de lechuga, de cómo jugar con nieve que se saca de rascar un congelador, de cómo llega Telepizza hasta la recepción del hospital y todas y cada una de ellas son lo que permitió que nuestro paso por la Paz fuera soportable.
La ecuación era muy sencilla, nuestra pequeña estaba luchando la batalla de su vida y nosotros solo podíamos ser quien le curara las heridas del alma y alimentara su ilusión por vivir para que no desfalleciera y nos sentimos muy afortunados de haber podido conseguirlo.
A veces no todo es tan terrible
Entre las innumerables horas que pasé con mi hijo en el hospital también hubo buenos momentos.
Si era sábado noche, empezábamos nuestro duelo de DJ´s, cada uno elegía una canción que hiciera bailar al otro, allí sonaban viejos clásicos del rock y el pop que me “pinchaba” ese calvito de apenas 11 años y yo contraatacaba con soul, funk y electrónica ¡imagina a las enfermeras entrando a la habitación y viendo aquello!
Luego palomitas de microondas y devorar alguna peli de acción rabiosa o alguna serie que nos enganchará a lo grande, así descubrimos The Raid, John Wick y las secuelas de ambas o Strangers Things, acababan nos mirábamos con cara de “¿vemos otro?” y mirábamos el reloj, como si se nos fuera a hacer tarde para algo o hubiera algo diferente que hacer mañana, nos reíamos y seguíamos hasta que nos vencía el sueño.
Otras veces nos tumbábamos en la cama uno al lado del otro, mirando al techo como si miráramos el cielo y charlábamos como dos viejos amigos.
Y la sala de juegos de la Octava, 52 pulgadas de tele para destrozar demonios con la motosierra en el Doom o jugando al Starlink, con sus increíbles naves que aún atesoramos. Allí nos poníamos las pelis de ver en cine, con suerte con algún espectador adicional como un cine de verdad. Por supuesto que hubo momentos muy malos también, pero, ¿cuáles crees que recordamos ahora?.